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VI

Es hora de pagarles una cordial visita a los simpáticos hermanos McKennistas. Han aparecido en mi investigación mas veces de lo que me hace sentir cómodo.

La sede de la iglesia de La Hermandad Sincrética McKennista de Ceres, está ubicada en una zona bastante decente de La Roca, el DistritoE. Tengo que subir tres niveles por el sistema de elevadores públicos para poder llegar a ellos, lo voy a hacer de inmediato, no me gusta perder el tiempo.

Los McKennistas no tienen el monopolio de la telepatía, pero son la comunidad más grande y organizada de telépatas en el Sistema Solar. Esta secta neo-chamánica y seudo religiosa tiene su mayor concentración aquí en La Roca. Los roqueños y los McKennistas consiguieron un maridaje perfecto por ser dos grupos segregados de minorías humanas que se necesitaban el uno al otro para sobrevivir. Por ende lucharon codo a codo contra el gobierno Solar en las dos Guerras Solares, conflictos bélicos causado por las profundas desigualdades y terribles condiciones en que viven los humanos del cinturón de asteroides.

Yo, como regla general de vida, trato de no involucrarme con individuos que puedan leer mis pensamientos a voluntad, pero en mi línea de trabajo es imposible evitarlo. Contratar los servicios de una agencia anti-psi para protegerme, es un lujo que no puedo darme, eso está reservado para las mega-corporaciones y las súper estrellas. Así que para salvaguardar mis preciadas neuronas, tome un curso por correspondencia de protección anti-psi. No es una garantía absoluta; eso es lo primero que te informan cuando decides tomar el curso, pero me permite ganar tiempo, y eso es todo lo que necesito. Las habilidades que aprendí consisten en poner la mente en blanco, ejercicios de repetición y meditación que me enseñaron a controlar mis pensamientos para escudarlos del sondeo telepático.

Ya en el DistritoE, busco un sitio tranquilo para sentarme, necesito unos minutos para activar mi entrenamiento anti-psi antes de dirigirme a la iglesia McKennista.

Los amplios e iluminados pasillos del DistritoE marcan un fuerte contraste comparados con los oscuros callejones de los niveles más profundos. Se evidencia que estos primeros niveles se construyeron con un plan en mente, en cambio mientras mas profundo se excavó, por la explosión demográfica, se hizo sin orden o plan alguno. Aquí, más cerca de la superficie de La Roca, hay plazas públicas y parques que aun mantienen su estructura. Compro una taza de expresso minero y me siento en un banquito de una pequeña plaza en frente del Café Gato Negro, a pensar y a meditar antes de enfrentarme a los McKennistas.

Sorbo los últimos tragos de mi café sintético y repito por ultima vez los mantras que me enseñaron para proteger mis pensamientos. Cierro los ojos y me levanto finalmente para dirigirme hacia la iglesia, que se encuentra a unos cientos de metros al oeste de donde estaba sentado.

La iglesia de la Hermandad Sincrética McKennista, es un edificio poco llamativo pero muy concurrido. Originalmente fue un centro administrativo para la actividad minera en el asteroide, pero luego de los conflictos Solares, todas las oficinas administrativas fueron trasladadas a Marte. La estructura de dos pisos, asoma su fachada de entre la roca madre y se sitúa en un callejón muy transitado del DistritoE, a su izquierda lo flanquea un bar de mineros y a su derecha un taller de reparación de bots.

Al entrar, fui recibido por una chica muy joven y guapa quien se presento como Leocadia, la asistente de las gemelas Dulfo: Pernilia y Ornelia, quienes dirigen esta sede. Ese nombre se me hace conocido, ¿estarán relacionadas con Panagérico Dulfo, el dueño de La Ostra Azul?, las coincidencias no existen.  Me identifique, y le dije que necesitaba hablar con estas hermanas. Me llevó a una pequeña salita de espera y me pidió que aguardara mientras me anunciaba. Unos minutos después, dos señoras ancianas, casi idénticas, me recibieron en su pequeño y austero despacho. Daban la impresión de ser dos dulces abuelitas, con sus cortos cabellos blancos y sus rosados cachetes, sin embargo, yo sabía que esa impresión era meramente superficial. Se notaba que mi presencia ésa tarde les importunaba en su ajetreada rutina diaria.

— ¿Qué podemos hacer por usted, Señor Peña? —Ornelia fue directo al grano, era evidente quien era la gemela dominante. Pernilia parecía su reflejo, sin embargo se mantenía distante.

—Hermana, disculpe por venir a perturbarla. Me contrató la señorita Ana Rosa Quijada-Gutiérrez, sobrina del Doctor Julián Alonso Quijada-Gutiérrez, para investigar su desaparición. Creo que ustedes conocían muy bien al finado doctor.

—Loncho era uno de nuestros mas queridos hermanos —dirigió la mirada a sus manos entrecruzadas en el regazo—. Fue una muy dura pérdida.

— ¿Sabía que el hermano Loncho cometió suicido, hermana? —yo también iría directo al grano.

Se quedaron muy calladitas por unos instantes, no parecían sorprendidas, mas bien confundidas. Se miraron la una a la otra por un segundo. Ornelia me dirigió una mirada fría y nada amigable.

— ¿Teníamos entendido qua las autoridades lo habían catalogado de asesinato?

Introduje la mano en el bolsillo interno de mi gabardina y saque el volante doblado que había robado de la inmunda habitación y última morada de Kilroy Henry, estire el brazo y se lo acerque a la hermana Ornelia Dulfo. Ella dudó y lo observó como si le estuviera entregando una rata muerta.

Pernilia se estiro y lo tomó de mí mano. Lo leyó para sus adentros y luego observó a su hermana en silencio. Era obvio que se comunicaban telepáticamente.

Luego de un largo silencio Ornelia dijo:

—Su entrenamiento anti-psi, es muy malo, señor Peña. Podemos leer sus intenciones como un libro abierto. — ¡mierda!, pensé. Perdí los reales de ese curso.

—Entonces deben saber que solo me interesa cumplir los deseos de mi cliente: la señorita Quijada. Ella merece saber qué le sucedió a su tío y porqué.

Se miraron de nuevo por unos segundos. Voltearon ambas hacia mí y ahora fue Pernilia quien hablo.

—Señor Peña —comenzó lentamente—, hay mucho de este universo que usted desconoce. Usted habló con el hermano Loncho hace unos días en la morgue ¿no es así? Él ya no esta con nosotros en este plano, sin embargo, eso no significa de ninguna manera, que su esencia haya desaparecido. Nosotros, los Mckennistas estamos en contacto con diversos planos energéticos que coexisten en el universo. Chamanes tan poderosos como el hermano Julián Alonso, son capaces de trascender este plano material y habitar en frecuencias más elevadas de conciencia.

— Pero, ¿por qué tuvo que morir de esa manera?

Volteó a mirar a su hermana de nuevo, casi podía adivinar lo que se decían: “Vamos a decirle. Es inofensivo” “No seas idiota hermana, no confíes en nadie”. Finalmente Pernilia se volteo hacia mí y continúo diciendo:

—Señor Peña. Hay cosas que le podemos decir y otras que no. Espero que la respuesta que le demos sea de la satisfacción de su cliente, ya que no obtendrá nada más de nosotras.

Hizo una corta pausa como para ordenar sus ideas y luego comenzó:

—El doctor Julián Alonso es parte de un designio muy grande y ambicioso para el futuro de la humanidad, que requería que él abandonará para siempre este plano físico —Pernilia hizo otra pausa. Podía sentir la presión mental que su hermana ejercía, estaban teniendo una pelea telepática frente a mí. Finalmente Pernilia gano la riña y continuó—. Lo que nosotros hacemos, nuestro propósito último, no es visto con buenos ojos por aquellos en el poder. Esto, usted lo sabe perfectamente. Las actividades del hermano Loncho estaban comenzando a levantar muchas sospechas, se convirtió en un blanco con un perfil muy elevado. Ya no era libre de realizar las acciones necesarias sin comprometer a toda la organización. Por otro lado, su cuerpo físico estaba empezando a evidenciar los síntomas del deterioro natural por haber sido un soldado durante las guerras psíquicas.

—Loncho estaba sufriendo de Temblores, ¿cierto?

—Ya eran casi incontrolables. Le quedaba poco tiempo —me miró directamente a los ojos y lo próximo que dijo no salió de sus labios—. La manera en que el hermano Loncho eligió para dejar este plano, señor Peña, fue escogencia suya y solo suya. Pero, no tenga duda, lo hizo por el bien mayor de la humanidad, él es un mártir.

 

Deje la iglesia de la Hermandad Sincrética McKennista con mal sabor en la boca y una sensación de vacío en el estomago, aunque es posible que se deba al hecho de no haber probado bocado en dos días. No obstante, no había nada en el relato de las gemelas Dulfo que me hiciera dudar de la sinceridad de sus palabras.

Al regresar a mi oficina, antes que nada, le pedí a Moria que me preparara un sándwich de queso y una gran taza de café. Estaba famélico. Necesitaba poner en orden mis ideas antes de hace lo que tenia que hacer: llamar a la dulce sseñorita Ana Rossa, con su tierno acento marciano y darle el reporte de mis últimos descubrimientos. No creo que le guste ni un poquito lo que le tengo que relatar.

Habían pasado menos de veinticuatro horas desde que recibí la primera Eter-llamada de Ana Rosa, sin embargo, sentía que la conocía de muchas vidas atrás. Había algo en su esencia que me atraía hacia ella.

Cuando su ovalado rostro apareció finalmente en mi Eter-pantalla, parecía haber envejecido veinte años. Estaba ansiosa por escuchar de mí. Comencé mi relato mostrándole el reloj de leontina que había recuperado de la casa de empeño, y rompió a llorar de nuevo. Le conté como descubrí al asesino de su tío en el Dulce Albergue, omitiendo los nauseabundos detalles, por supuesto, y le mostré la nota de suicidio. Ella no entendió al principio, así que proseguí a narrarle la explicación que me dieran las abuelitas McKennistas. Al terminar, ella estaba en negación.

— ¿Qué me tratas de decir, Desiderio? —replicó desencajada. — ¿Qué el verdugo que asesinó a mi tío a sangre fría, merece misericordia? ¿Qué no fue su culpa haberlo matado?

—Lamento tener que decírtelo así, Ana, pero tu tío Loncho, no fue la victima de un asesino —respondí con calma—. Él planeo y ejecutó su suicidio. Kilroy Henry solo fue un pobre diablo cuyas circunstancias estaban más allá de su control. Y creo que pagó el precio más alto por sus actos.

—Eso es absurdo, Desiderio. Mi tío amaba la vida, jamás hubiera cometido suicidio.

—Pues sospecho que por eso escogió a ese desdichado para hacer su trabajo sucio —hice una corta pausa, luego añadí—. ¿Sabias que tu tío sufría de Agotamiento Nervioso Irreversible?

— ¿El tío Loncho sufría de Temblores? —una nota de tristeza salpicó su voz. —Nunca me lo dijo.

—Encontré evidencia de esto en su habitación y las gemelas Dulfo me lo confirmaron.

—Pudo habérmelo dicho, yo lo hubiera ayudado.

—Sospecho que prefirió acabar con su vida a su manera, antes que tolerar una lenta y dolorosa muerte.

Ana hundió el rostro en las manos y sollozo en silencio. Yo sentía unas dolorosas ganas de abrazarla y reconfortarla, no soportaba verla sufriendo. Por unos minutos permanecí en silencio buscando las palabras correctas. Nada de lo que dijera la haría sentir mejor, así que arranque como pude.

—Si hemos de creer en las palabras de las hermanas McKennistas, Ana, tu tío es una pieza fundamental en un plan muy grande cuyo rol no terminó con su muerte. Su asesino, solo fue un peón que cumplió una función en un tablero tan grande, que somos incapaces de contemplar su envergadura. Se que nada de esto mitiga tu dolor, pero creo que debes estar orgullosa del sacrificio que tu tío está realizando por un bien mayor.

Mis palabras lograron hacer que su semblanza se suavizara solo un poco. Estaba funcionando y ella seguía en silencio así que continué.

—Yo soy un hombre sencillo, cariño, no creo en las cosas que no puedo ver, y no pierdo mi tiempo contemplando el infinito. Sin embargo, los McKennistas, creo  yo, saben lo que hacen. Su objetivo final es derrocar al status quo y comenzar una nueva era, ese es un fin por el cual vale la pena dar la vida. Por eso tu tío hizo mutis de este plano, para desaparecer del radar de los Servicios de Inteligencia Solar —hice una pausa, las posibles consecuencias de mis palabras me golpearon de repente—. No deberías discutir estos temas abiertamente con nadie, Ana, podrías estar en peligro solo por hablar de ello. Yo, no tengo ya nada que perder, y la verdad es que desde hace muchos años que no me asustan las autoridades solares, ya no son mas que una triste y obscena caricatura de aristocracia, creo que es hora que les caiga la locha. A la humanidad le hace falta desesperadamente un cambio de paradigma. Si yo tuviera que apostar por el futuro de la raza humana, mi dinero estaría en los McKennistas.

 

 

FIN