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V

La descripción que me diera el dueño del Minero Feliz de Kilroy Henry, el desdichado que le trajo el reloj para empeñar, concuerda con la de Casimiro. Me dijo que era un picapiedra consumido por el alcohol, un mendigo conocido perteneciente a la fauna local. Ratero de poca monta y buscapleitos profesional. Siempre le traía baratijas para vender que le había robado a algún incauto. Hasta me describió en detalle el viejo abrigo minero verde; dijo que era “tan grande como hediondo y andrajoso”. Bingo.

El sospechoso acudió al local de empeños la tarde del día siguiente del asesinato, según relató el dueño. Le mintió al contarle que le había robado el reloj a un despistado turista que pescó en la Estación Central a hora pico. El dueño le ofreció una suma muy por debajo del valor real del reloj, arguyendo que era una copia, pero el sospechoso no se quejo, tomó el dinero y huyó sin más. Se le veía nervioso y agitado, por ser un adicto consumado, el dueño no le dio importancia a su extraño comportamiento.

 

Con el reloj a buen resguardado en el bolsillo interno de mi gabardina, regresé a la estación central de elevadores. Tengo que llamar a Moría para que consiga los antecedentes del sospechoso, y aquí, sobreviven los pocos Eter-terminales públicos de la zona.

—Oficina de Desiderio Peña, Investigador privado. ¿En que podemos servirle? —la vos de mi fembot asistente se escuchaba ahogada a través del conmutador de la estación central.

—Moría, cariño. Necesito que indagues toda la información que puedas, sobre una escoria llamada; Kilroy Henry, un malviviente del DistritoH. Antecedentes criminales y laborales, historial medico y familiar, cómplices habituales, pasatiempos y residencia conocida.

— ¿No quieres que averigüe la marca de cigarros que fuma?

—Eso, si, se me olvidaban. Importante.

Un par de bocanadas de mi cigarrillo después, Moría comenzó;

—Kilroy Tiberius Henry, nativo de Ceres, 36 años. Su certificado de nacimiento indica que nació en un túnel de minería, madre y padre picapedreros de la Polaris Mining Co desde la infancia. Ambos fallecidos en un accidente minero hace veintidós años. Kilroy fue picapiedra por quince años, hasta que lo botaron por innumerables faltas al código laboral de la Polaris: ebrio en su puesto de trabajo.

Ha estado preso más de veinte veces, pero ninguna por más de dos semanas. Historial de abuso de substancias; alcohol, nicotina, speed, pizarra, y barbitúricos. Ha estado internado en rehabilitación por drogas y alcohol tres veces. Miembro reincidente de Alcohólicos Anónimos. Cargos por hurto menor, vandalismo, perturbar el orden público, actos lascivos, posesión de drogas, insultar a la autoridad, etc., etc. Nada de delitos mayores en su prontuario, Desiderio.

—Pues parece que el muchacho se cansó de las ligas menores. ¿Tiene residencia registrada?

—Su último domicilio en registro es una pensión en el callejón Saturno del DistritoH, de nombre; El Dulce Albergue del Descanso Eterno.

—Sé donde está. Gracias cariño.

CLICK

 

El Dulce Albergue del Descanso Eterno, es un motelucho apestoso con solo prostitutas y rufianes como inquilinos. En mi época en la Policía Solar hicimos cientos de redadas en esta pocilga buscando sospechosos.

La recepción del Dulce Albergue es un cubículo enrejado al fondo de una pequeña salita de lobby con muebles arruinados y una alfombra cuyo color es difícil de adivinar. El recepcionista veía absorto la pantalla de un pequeño receptor del Eter, donde se reproducía una novelita barata sobre Piratas de Asteroides.

Tuve que golpear la reja con mi revolver para poder llamar su atención.

— ¿Qué carajos? —al ver el arma el recepcionista pego un brinco—. ¿Policía?

—Peor, un Investigador privado bien pagado y muy motivado.

— ¿Qué coño quiere? Aquí los de su clase no son bienvenidos.

—Me importa un comino ser bienvenido, no es una visita social —deslicé cincuenta créditos por la ranura de cobros.

—Con esa canción debió empezar, mister detective motivado. Mi nombre es Lexinterix, en que puedo ayudarlo.

Kilroy Henry, ocupaba la habitación 42 del cuarto piso desde hacia dos años y medio, la ultima vez que salió de rehabilitación. Tiene cuatro semanas de renta vencida, y tres días que no sale de su habitación. Lo que, según el recepcionista, no era algo inusual en él.  Yo sabia que el Dulce Albergue no tenía la política de tener cámaras en las habitaciones, ni sistema de comunicación con los residentes, como otras pensiones, así que, le pedí al recepcionista que me acompañara a la habitación 42 con la llave maestra en mano.

Apenas llegamos al cuarto piso, un leve, pero fétido aroma, comenzó a confirmarme lo que ya sospechaba en mis entrañas.

El hedor a muerte era tan leve que el resto de los inquilinos apenas lo sentían por encima del tufo natural del albergue, pero mi nariz de sabueso nunca se equivoca.

Cuando el recepcionista desbloqueo la pesada puerta de metal de la habitación, una pared de vapor pestilente acumulado nos abofeteo con violencia las fosas nasales. Lexi se fue en vomito de inmediato, yo logre mantener adentro el sandwich de atún que comí en mi almuerzo, pero no sin un gran esfuerzo. La imagen de la escena final en la vida de Kilroy Henry era muy horrenda. El muy desdichado intentó suicidarse, colgando de un grueso mecate atado a una lámpara del techo. Por la posición del cuerpo, la gran cantidad de sangre y el estado de su cráneo, sospecho que la base de la lámpara no soporto su peso, probablemente colgó por unos segundos y luego se rompió, cayendo encima de una sólida mesa de metal que ocupa casi toda la sala de la habitación, partiéndose la cabeza. Vaya forma de morir. Por la lividez del cuerpo y el estado de descomposición debe tener al menos dos días muerto.

Entre los objetos encontrados en su habitación, había lo que parecía ser una nota de suicidio en la mesa de la cocina, la tome con rapidez, y me la guarde en un bolsillo de la gabardina antes que el recepcionista reaccionara de las profundas arcadas que hacia en el pasillo.

 

Minutos después, una comisión de uniformados Solares inundó la escena del crimen. Justo lo que yo no quería. Solo vienen a entorpecer mi trabajo. El detective encargado del caso era al comisario Cornelio Astrolfo, Jefe del Buró contra Homicidios, de la Policía Técnica Solar, otro viejo conocido.

—Como en los viejos tiempos; uno llegaba a la escena de un crimen y encontraba a Desiderio El sepulturero Peña, inclinado inspeccionando un cadáver. Hay cosas que nunca cambian, ¿verdad Peña?

—Comisario Astrolfo. Podría decirle a sus esbirros que no contaminen mi escena del crimen.

—¿ escena del crimen? —pronunció aquella frase en el tono mas burlón que podía y en voz alta para que todos sus tontos sabuesos lo escucharan.

—Yo la descubrí y la estoy investigando —respondí sin alzar la vista del cadáver que examinaba.

—Vamos Peña, no me des bronca —bajó el tono de voz y se me acercó confidencialmente—. Sabes que solo hago mi trabajo. ¿Para quién estas trabajando? Si tú estas aquí, no debe ser solo un desdichado que pateo el tobo.

—No te metas en mi camino, Cornelio. Yo también estoy haciendo mi trabajo.

 

Los “técnicos” en criminalística del comisario Astrolfo, hicieron un desastre con mi escena del crimen, como me lo suponía. Al menos pude registrarla unos minutos antes de que se aparecieran. Hice un rápido interrogatorio entre los vecinos del albergue de Kilroy Henry, todos coincidían en que el sospechoso había entrado a su habitación por ultima vez hace dos días, la madrugada del jueves. Una prostituta muy vieja y arrugada quien ocupa la habitación al final del pasillo, lo había visto entrar aquella noche. Estaba solo, me dijo la fichera, pero me dio la impresión de que hablaba con alguien. Como los locos, pero Kilroy no estaba loco, no señor.

Cuando salí del Dulce Albergue del Descanso Eterno, caminé casualmente por el callejón Saturno hasta llegar a la intersección con el callejón Sur. Encendí un cigarrillo y cuando estaba seguro que nadie me observaba, saque del bolsillo interno de mi gabardina la nota que tome de la mesa de la cocina de Kilroy Henry.

Estaba doblada en cuatro, era un panfleto de la Iglesia De La Hermandad Sincrética McKennista de Ceres. En su anverso, invitaban al público general a sus congregaciones semanales para la meditación y la elevación espiritual. Su reverso lo había escogido Henry para dejarle una nota al cosmos. Escrito con tiza de grafito negra y con una terrible ortografía decía lo siguiente:

 

Yo no quería matarle.

Lo juro.

Él me lo pidió.

 

CONTINUARÁ…