#QLEE EP01 Se Habla Español

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¡¿Qué Locura es Esta?!

¡¿Qué Locura es Esta?!

!¿Qué Locura Es Esta?¡

Es una conversación entre dos venezolanos insensatos, que tratan de entender la locura en que se ha convertido la humanidad moderna.

No te lo pierdas, muy pronto, en tu plataforma de podcast favorito.

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La muerte de un telépata (VI – final)

La muerte de un telépata (VI – final)

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VI

Es hora de pagarles una cordial visita a los simpáticos hermanos McKennistas. Han aparecido en mi investigación mas veces de lo que me hace sentir cómodo.

La sede de la iglesia de La Hermandad Sincrética McKennista de Ceres, está ubicada en una zona bastante decente de La Roca, el DistritoE. Tengo que subir tres niveles por el sistema de elevadores públicos para poder llegar a ellos, lo voy a hacer de inmediato, no me gusta perder el tiempo.

Los McKennistas no tienen el monopolio de la telepatía, pero son la comunidad más grande y organizada de telépatas en el Sistema Solar. Esta secta neo-chamánica y seudo religiosa tiene su mayor concentración aquí en La Roca. Los roqueños y los McKennistas consiguieron un maridaje perfecto por ser dos grupos segregados de minorías humanas que se necesitaban el uno al otro para sobrevivir. Por ende lucharon codo a codo contra el gobierno Solar en las dos Guerras Solares, conflictos bélicos causado por las profundas desigualdades y terribles condiciones en que viven los humanos del cinturón de asteroides.

Yo, como regla general de vida, trato de no involucrarme con individuos que puedan leer mis pensamientos a voluntad, pero en mi línea de trabajo es imposible evitarlo. Contratar los servicios de una agencia anti-psi para protegerme, es un lujo que no puedo darme, eso está reservado para las mega-corporaciones y las súper estrellas. Así que para salvaguardar mis preciadas neuronas, tome un curso por correspondencia de protección anti-psi. No es una garantía absoluta; eso es lo primero que te informan cuando decides tomar el curso, pero me permite ganar tiempo, y eso es todo lo que necesito. Las habilidades que aprendí consisten en poner la mente en blanco, ejercicios de repetición y meditación que me enseñaron a controlar mis pensamientos para escudarlos del sondeo telepático.

Ya en el DistritoE, busco un sitio tranquilo para sentarme, necesito unos minutos para activar mi entrenamiento anti-psi antes de dirigirme a la iglesia McKennista.

Los amplios e iluminados pasillos del DistritoE marcan un fuerte contraste comparados con los oscuros callejones de los niveles más profundos. Se evidencia que estos primeros niveles se construyeron con un plan en mente, en cambio mientras mas profundo se excavó, por la explosión demográfica, se hizo sin orden o plan alguno. Aquí, más cerca de la superficie de La Roca, hay plazas públicas y parques que aun mantienen su estructura. Compro una taza de expresso minero y me siento en un banquito de una pequeña plaza en frente del Café Gato Negro, a pensar y a meditar antes de enfrentarme a los McKennistas.

Sorbo los últimos tragos de mi café sintético y repito por ultima vez los mantras que me enseñaron para proteger mis pensamientos. Cierro los ojos y me levanto finalmente para dirigirme hacia la iglesia, que se encuentra a unos cientos de metros al oeste de donde estaba sentado.

La iglesia de la Hermandad Sincrética McKennista, es un edificio poco llamativo pero muy concurrido. Originalmente fue un centro administrativo para la actividad minera en el asteroide, pero luego de los conflictos Solares, todas las oficinas administrativas fueron trasladadas a Marte. La estructura de dos pisos, asoma su fachada de entre la roca madre y se sitúa en un callejón muy transitado del DistritoE, a su izquierda lo flanquea un bar de mineros y a su derecha un taller de reparación de bots.

Al entrar, fui recibido por una chica muy joven y guapa quien se presento como Leocadia, la asistente de las gemelas Dulfo: Pernilia y Ornelia, quienes dirigen esta sede. Ese nombre se me hace conocido, ¿estarán relacionadas con Panagérico Dulfo, el dueño de La Ostra Azul?, las coincidencias no existen.  Me identifique, y le dije que necesitaba hablar con estas hermanas. Me llevó a una pequeña salita de espera y me pidió que aguardara mientras me anunciaba. Unos minutos después, dos señoras ancianas, casi idénticas, me recibieron en su pequeño y austero despacho. Daban la impresión de ser dos dulces abuelitas, con sus cortos cabellos blancos y sus rosados cachetes, sin embargo, yo sabía que esa impresión era meramente superficial. Se notaba que mi presencia ésa tarde les importunaba en su ajetreada rutina diaria.

— ¿Qué podemos hacer por usted, Señor Peña? —Ornelia fue directo al grano, era evidente quien era la gemela dominante. Pernilia parecía su reflejo, sin embargo se mantenía distante.

—Hermana, disculpe por venir a perturbarla. Me contrató la señorita Ana Rosa Quijada-Gutiérrez, sobrina del Doctor Julián Alonso Quijada-Gutiérrez, para investigar su desaparición. Creo que ustedes conocían muy bien al finado doctor.

—Loncho era uno de nuestros mas queridos hermanos —dirigió la mirada a sus manos entrecruzadas en el regazo—. Fue una muy dura pérdida.

— ¿Sabía que el hermano Loncho cometió suicido, hermana? —yo también iría directo al grano.

Se quedaron muy calladitas por unos instantes, no parecían sorprendidas, mas bien confundidas. Se miraron la una a la otra por un segundo. Ornelia me dirigió una mirada fría y nada amigable.

— ¿Teníamos entendido qua las autoridades lo habían catalogado de asesinato?

Introduje la mano en el bolsillo interno de mi gabardina y saque el volante doblado que había robado de la inmunda habitación y última morada de Kilroy Henry, estire el brazo y se lo acerque a la hermana Ornelia Dulfo. Ella dudó y lo observó como si le estuviera entregando una rata muerta.

Pernilia se estiro y lo tomó de mí mano. Lo leyó para sus adentros y luego observó a su hermana en silencio. Era obvio que se comunicaban telepáticamente.

Luego de un largo silencio Ornelia dijo:

—Su entrenamiento anti-psi, es muy malo, señor Peña. Podemos leer sus intenciones como un libro abierto. — ¡mierda!, pensé. Perdí los reales de ese curso.

—Entonces deben saber que solo me interesa cumplir los deseos de mi cliente: la señorita Quijada. Ella merece saber qué le sucedió a su tío y porqué.

Se miraron de nuevo por unos segundos. Voltearon ambas hacia mí y ahora fue Pernilia quien hablo.

—Señor Peña —comenzó lentamente—, hay mucho de este universo que usted desconoce. Usted habló con el hermano Loncho hace unos días en la morgue ¿no es así? Él ya no esta con nosotros en este plano, sin embargo, eso no significa de ninguna manera, que su esencia haya desaparecido. Nosotros, los Mckennistas estamos en contacto con diversos planos energéticos que coexisten en el universo. Chamanes tan poderosos como el hermano Julián Alonso, son capaces de trascender este plano material y habitar en frecuencias más elevadas de conciencia.

— Pero, ¿por qué tuvo que morir de esa manera?

Volteó a mirar a su hermana de nuevo, casi podía adivinar lo que se decían: “Vamos a decirle. Es inofensivo” “No seas idiota hermana, no confíes en nadie”. Finalmente Pernilia se volteo hacia mí y continúo diciendo:

—Señor Peña. Hay cosas que le podemos decir y otras que no. Espero que la respuesta que le demos sea de la satisfacción de su cliente, ya que no obtendrá nada más de nosotras.

Hizo una corta pausa como para ordenar sus ideas y luego comenzó:

—El doctor Julián Alonso es parte de un designio muy grande y ambicioso para el futuro de la humanidad, que requería que él abandonará para siempre este plano físico —Pernilia hizo otra pausa. Podía sentir la presión mental que su hermana ejercía, estaban teniendo una pelea telepática frente a mí. Finalmente Pernilia gano la riña y continuó—. Lo que nosotros hacemos, nuestro propósito último, no es visto con buenos ojos por aquellos en el poder. Esto, usted lo sabe perfectamente. Las actividades del hermano Loncho estaban comenzando a levantar muchas sospechas, se convirtió en un blanco con un perfil muy elevado. Ya no era libre de realizar las acciones necesarias sin comprometer a toda la organización. Por otro lado, su cuerpo físico estaba empezando a evidenciar los síntomas del deterioro natural por haber sido un soldado durante las guerras psíquicas.

—Loncho estaba sufriendo de Temblores, ¿cierto?

—Ya eran casi incontrolables. Le quedaba poco tiempo —me miró directamente a los ojos y lo próximo que dijo no salió de sus labios—. La manera en que el hermano Loncho eligió para dejar este plano, señor Peña, fue escogencia suya y solo suya. Pero, no tenga duda, lo hizo por el bien mayor de la humanidad, él es un mártir.

 

Deje la iglesia de la Hermandad Sincrética McKennista con mal sabor en la boca y una sensación de vacío en el estomago, aunque es posible que se deba al hecho de no haber probado bocado en dos días. No obstante, no había nada en el relato de las gemelas Dulfo que me hiciera dudar de la sinceridad de sus palabras.

Al regresar a mi oficina, antes que nada, le pedí a Moria que me preparara un sándwich de queso y una gran taza de café. Estaba famélico. Necesitaba poner en orden mis ideas antes de hace lo que tenia que hacer: llamar a la dulce sseñorita Ana Rossa, con su tierno acento marciano y darle el reporte de mis últimos descubrimientos. No creo que le guste ni un poquito lo que le tengo que relatar.

Habían pasado menos de veinticuatro horas desde que recibí la primera Eter-llamada de Ana Rosa, sin embargo, sentía que la conocía de muchas vidas atrás. Había algo en su esencia que me atraía hacia ella.

Cuando su ovalado rostro apareció finalmente en mi Eter-pantalla, parecía haber envejecido veinte años. Estaba ansiosa por escuchar de mí. Comencé mi relato mostrándole el reloj de leontina que había recuperado de la casa de empeño, y rompió a llorar de nuevo. Le conté como descubrí al asesino de su tío en el Dulce Albergue, omitiendo los nauseabundos detalles, por supuesto, y le mostré la nota de suicidio. Ella no entendió al principio, así que proseguí a narrarle la explicación que me dieran las abuelitas McKennistas. Al terminar, ella estaba en negación.

— ¿Qué me tratas de decir, Desiderio? —replicó desencajada. — ¿Qué el verdugo que asesinó a mi tío a sangre fría, merece misericordia? ¿Qué no fue su culpa haberlo matado?

—Lamento tener que decírtelo así, Ana, pero tu tío Loncho, no fue la victima de un asesino —respondí con calma—. Él planeo y ejecutó su suicidio. Kilroy Henry solo fue un pobre diablo cuyas circunstancias estaban más allá de su control. Y creo que pagó el precio más alto por sus actos.

—Eso es absurdo, Desiderio. Mi tío amaba la vida, jamás hubiera cometido suicidio.

—Pues sospecho que por eso escogió a ese desdichado para hacer su trabajo sucio —hice una corta pausa, luego añadí—. ¿Sabias que tu tío sufría de Agotamiento Nervioso Irreversible?

— ¿El tío Loncho sufría de Temblores? —una nota de tristeza salpicó su voz. —Nunca me lo dijo.

—Encontré evidencia de esto en su habitación y las gemelas Dulfo me lo confirmaron.

—Pudo habérmelo dicho, yo lo hubiera ayudado.

—Sospecho que prefirió acabar con su vida a su manera, antes que tolerar una lenta y dolorosa muerte.

Ana hundió el rostro en las manos y sollozo en silencio. Yo sentía unas dolorosas ganas de abrazarla y reconfortarla, no soportaba verla sufriendo. Por unos minutos permanecí en silencio buscando las palabras correctas. Nada de lo que dijera la haría sentir mejor, así que arranque como pude.

—Si hemos de creer en las palabras de las hermanas McKennistas, Ana, tu tío es una pieza fundamental en un plan muy grande cuyo rol no terminó con su muerte. Su asesino, solo fue un peón que cumplió una función en un tablero tan grande, que somos incapaces de contemplar su envergadura. Se que nada de esto mitiga tu dolor, pero creo que debes estar orgullosa del sacrificio que tu tío está realizando por un bien mayor.

Mis palabras lograron hacer que su semblanza se suavizara solo un poco. Estaba funcionando y ella seguía en silencio así que continué.

—Yo soy un hombre sencillo, cariño, no creo en las cosas que no puedo ver, y no pierdo mi tiempo contemplando el infinito. Sin embargo, los McKennistas, creo  yo, saben lo que hacen. Su objetivo final es derrocar al status quo y comenzar una nueva era, ese es un fin por el cual vale la pena dar la vida. Por eso tu tío hizo mutis de este plano, para desaparecer del radar de los Servicios de Inteligencia Solar —hice una pausa, las posibles consecuencias de mis palabras me golpearon de repente—. No deberías discutir estos temas abiertamente con nadie, Ana, podrías estar en peligro solo por hablar de ello. Yo, no tengo ya nada que perder, y la verdad es que desde hace muchos años que no me asustan las autoridades solares, ya no son mas que una triste y obscena caricatura de aristocracia, creo que es hora que les caiga la locha. A la humanidad le hace falta desesperadamente un cambio de paradigma. Si yo tuviera que apostar por el futuro de la raza humana, mi dinero estaría en los McKennistas.

 

 

FIN

La muerte de un telépata (V)

La muerte de un telépata (V)

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V

La descripción que me diera el dueño del Minero Feliz de Kilroy Henry, el desdichado que le trajo el reloj para empeñar, concuerda con la de Casimiro. Me dijo que era un picapiedra consumido por el alcohol, un mendigo conocido perteneciente a la fauna local. Ratero de poca monta y buscapleitos profesional. Siempre le traía baratijas para vender que le había robado a algún incauto. Hasta me describió en detalle el viejo abrigo minero verde; dijo que era “tan grande como hediondo y andrajoso”. Bingo.

El sospechoso acudió al local de empeños la tarde del día siguiente del asesinato, según relató el dueño. Le mintió al contarle que le había robado el reloj a un despistado turista que pescó en la Estación Central a hora pico. El dueño le ofreció una suma muy por debajo del valor real del reloj, arguyendo que era una copia, pero el sospechoso no se quejo, tomó el dinero y huyó sin más. Se le veía nervioso y agitado, por ser un adicto consumado, el dueño no le dio importancia a su extraño comportamiento.

 

Con el reloj a buen resguardado en el bolsillo interno de mi gabardina, regresé a la estación central de elevadores. Tengo que llamar a Moría para que consiga los antecedentes del sospechoso, y aquí, sobreviven los pocos Eter-terminales públicos de la zona.

—Oficina de Desiderio Peña, Investigador privado. ¿En que podemos servirle? —la vos de mi fembot asistente se escuchaba ahogada a través del conmutador de la estación central.

—Moría, cariño. Necesito que indagues toda la información que puedas, sobre una escoria llamada; Kilroy Henry, un malviviente del DistritoH. Antecedentes criminales y laborales, historial medico y familiar, cómplices habituales, pasatiempos y residencia conocida.

— ¿No quieres que averigüe la marca de cigarros que fuma?

—Eso, si, se me olvidaban. Importante.

Un par de bocanadas de mi cigarrillo después, Moría comenzó;

—Kilroy Tiberius Henry, nativo de Ceres, 36 años. Su certificado de nacimiento indica que nació en un túnel de minería, madre y padre picapedreros de la Polaris Mining Co desde la infancia. Ambos fallecidos en un accidente minero hace veintidós años. Kilroy fue picapiedra por quince años, hasta que lo botaron por innumerables faltas al código laboral de la Polaris: ebrio en su puesto de trabajo.

Ha estado preso más de veinte veces, pero ninguna por más de dos semanas. Historial de abuso de substancias; alcohol, nicotina, speed, pizarra, y barbitúricos. Ha estado internado en rehabilitación por drogas y alcohol tres veces. Miembro reincidente de Alcohólicos Anónimos. Cargos por hurto menor, vandalismo, perturbar el orden público, actos lascivos, posesión de drogas, insultar a la autoridad, etc., etc. Nada de delitos mayores en su prontuario, Desiderio.

—Pues parece que el muchacho se cansó de las ligas menores. ¿Tiene residencia registrada?

—Su último domicilio en registro es una pensión en el callejón Saturno del DistritoH, de nombre; El Dulce Albergue del Descanso Eterno.

—Sé donde está. Gracias cariño.

CLICK

 

El Dulce Albergue del Descanso Eterno, es un motelucho apestoso con solo prostitutas y rufianes como inquilinos. En mi época en la Policía Solar hicimos cientos de redadas en esta pocilga buscando sospechosos.

La recepción del Dulce Albergue es un cubículo enrejado al fondo de una pequeña salita de lobby con muebles arruinados y una alfombra cuyo color es difícil de adivinar. El recepcionista veía absorto la pantalla de un pequeño receptor del Eter, donde se reproducía una novelita barata sobre Piratas de Asteroides.

Tuve que golpear la reja con mi revolver para poder llamar su atención.

— ¿Qué carajos? —al ver el arma el recepcionista pego un brinco—. ¿Policía?

—Peor, un Investigador privado bien pagado y muy motivado.

— ¿Qué coño quiere? Aquí los de su clase no son bienvenidos.

—Me importa un comino ser bienvenido, no es una visita social —deslicé cincuenta créditos por la ranura de cobros.

—Con esa canción debió empezar, mister detective motivado. Mi nombre es Lexinterix, en que puedo ayudarlo.

Kilroy Henry, ocupaba la habitación 42 del cuarto piso desde hacia dos años y medio, la ultima vez que salió de rehabilitación. Tiene cuatro semanas de renta vencida, y tres días que no sale de su habitación. Lo que, según el recepcionista, no era algo inusual en él.  Yo sabia que el Dulce Albergue no tenía la política de tener cámaras en las habitaciones, ni sistema de comunicación con los residentes, como otras pensiones, así que, le pedí al recepcionista que me acompañara a la habitación 42 con la llave maestra en mano.

Apenas llegamos al cuarto piso, un leve, pero fétido aroma, comenzó a confirmarme lo que ya sospechaba en mis entrañas.

El hedor a muerte era tan leve que el resto de los inquilinos apenas lo sentían por encima del tufo natural del albergue, pero mi nariz de sabueso nunca se equivoca.

Cuando el recepcionista desbloqueo la pesada puerta de metal de la habitación, una pared de vapor pestilente acumulado nos abofeteo con violencia las fosas nasales. Lexi se fue en vomito de inmediato, yo logre mantener adentro el sandwich de atún que comí en mi almuerzo, pero no sin un gran esfuerzo. La imagen de la escena final en la vida de Kilroy Henry era muy horrenda. El muy desdichado intentó suicidarse, colgando de un grueso mecate atado a una lámpara del techo. Por la posición del cuerpo, la gran cantidad de sangre y el estado de su cráneo, sospecho que la base de la lámpara no soporto su peso, probablemente colgó por unos segundos y luego se rompió, cayendo encima de una sólida mesa de metal que ocupa casi toda la sala de la habitación, partiéndose la cabeza. Vaya forma de morir. Por la lividez del cuerpo y el estado de descomposición debe tener al menos dos días muerto.

Entre los objetos encontrados en su habitación, había lo que parecía ser una nota de suicidio en la mesa de la cocina, la tome con rapidez, y me la guarde en un bolsillo de la gabardina antes que el recepcionista reaccionara de las profundas arcadas que hacia en el pasillo.

 

Minutos después, una comisión de uniformados Solares inundó la escena del crimen. Justo lo que yo no quería. Solo vienen a entorpecer mi trabajo. El detective encargado del caso era al comisario Cornelio Astrolfo, Jefe del Buró contra Homicidios, de la Policía Técnica Solar, otro viejo conocido.

—Como en los viejos tiempos; uno llegaba a la escena de un crimen y encontraba a Desiderio El sepulturero Peña, inclinado inspeccionando un cadáver. Hay cosas que nunca cambian, ¿verdad Peña?

—Comisario Astrolfo. Podría decirle a sus esbirros que no contaminen mi escena del crimen.

—¿ escena del crimen? —pronunció aquella frase en el tono mas burlón que podía y en voz alta para que todos sus tontos sabuesos lo escucharan.

—Yo la descubrí y la estoy investigando —respondí sin alzar la vista del cadáver que examinaba.

—Vamos Peña, no me des bronca —bajó el tono de voz y se me acercó confidencialmente—. Sabes que solo hago mi trabajo. ¿Para quién estas trabajando? Si tú estas aquí, no debe ser solo un desdichado que pateo el tobo.

—No te metas en mi camino, Cornelio. Yo también estoy haciendo mi trabajo.

 

Los “técnicos” en criminalística del comisario Astrolfo, hicieron un desastre con mi escena del crimen, como me lo suponía. Al menos pude registrarla unos minutos antes de que se aparecieran. Hice un rápido interrogatorio entre los vecinos del albergue de Kilroy Henry, todos coincidían en que el sospechoso había entrado a su habitación por ultima vez hace dos días, la madrugada del jueves. Una prostituta muy vieja y arrugada quien ocupa la habitación al final del pasillo, lo había visto entrar aquella noche. Estaba solo, me dijo la fichera, pero me dio la impresión de que hablaba con alguien. Como los locos, pero Kilroy no estaba loco, no señor.

Cuando salí del Dulce Albergue del Descanso Eterno, caminé casualmente por el callejón Saturno hasta llegar a la intersección con el callejón Sur. Encendí un cigarrillo y cuando estaba seguro que nadie me observaba, saque del bolsillo interno de mi gabardina la nota que tome de la mesa de la cocina de Kilroy Henry.

Estaba doblada en cuatro, era un panfleto de la Iglesia De La Hermandad Sincrética McKennista de Ceres. En su anverso, invitaban al público general a sus congregaciones semanales para la meditación y la elevación espiritual. Su reverso lo había escogido Henry para dejarle una nota al cosmos. Escrito con tiza de grafito negra y con una terrible ortografía decía lo siguiente:

 

Yo no quería matarle.

Lo juro.

Él me lo pidió.

 

CONTINUARÁ…