La muerte de un telépata (I)

La muerte de un telépata (I)

I

Desiderio Erasmo Peña – Investigador Privado. Eso es lo que se lee, en agraciadas y doradas letras en el vidrio esmerilado de la puerta de entrada a mí oficina. Pero, en honor a la verdad y a los eventos recientes, debería decir: Desiderio Erasmo Peña – Imbécil de Oficio.

Siempre me sucede lo mismo, nunca voy a aprender. Me dejo encandilar por unos ojitos bonitos, una historia triste y me embaucan una vez más. Y es aún peor cuando a los ojos bonitos los acompañan unas hermosas y bien torneadas piernas femeninas.

Después de este último caso mí oficina quedo hecha un desastre. La señora Felicia tiene dos meses sin venir a limpiar, ya que he estado ausente y fuera de La Roca desde hace más de tres semanas siguiéndole la pista a una escurridiza y muy hermosa telépata. Mi Fem-Bot secretaria está descargada y sin mensajes. El refrigerador está tan vacío como mí estomago y mí cuenta de créditos. Al menos siempre tengo mí fiel botella de wiskey jupiteriano en el cajón inferior del escritorio.

Todo esté puto año ha sido una completa mierda; y la rubia McKennista que me estafó hasta el ultimo crédito y quien está, en este preciso instante, de polizonte en un carguero de hielo, e ignorante que el mismo está programado a ser desintegrado en los astilleros de Ganímedes, solo fue la cereza de un pastel hecho del más hediondo estiércol. Así que para olvidar las vicisitudes de ésta irritable existencia y mandar todo al mismísimo carajo, me sirvo un generoso trago de mí amargo wiskey, enciendo un cigarrillo, subo los pies al escritorio y me dispongo a perder el tiempo y la conciencia por las próximas horas.

 

No sé en que momento me quedé dormido en el diván, solo sé que estaba soñando con un par de hermosas putas marcianas cuando el incesante timbre del éter-comunicador me despertó. Di un sobresalto y la botella vacía de wiskey rodó por el piso. Anduve a gatas por el suelo de mí mugrienta oficina hasta el escritorio y desde ahí oprimí el interruptor para contestar la llamada.

—Sseñor Peña, ¿está usted ahí? ¿Hablo con la oficina del investigador privado Dessiderio Peña? Buenass. —demandó la voz en el éter-comunicador.

—Ya voy, ya voy, detengan sus corceles —respondí aún desde el suelo. Me maldije a mí mismo; debí dejar cargando a la secretaria antes de quedarme dormido. Hice acopio de las pocas energías que tenía para poder escalar la silla del escritorio y quedar de frente a la pequeña y sucia pantalla de comunicación.

—Soy Peña —dije finalmente restregándome el rostro con ambas manos.

—Disculpe la hora, sseñor Peña —dijo la voz del otro lado del Éter. Mis ojos aun no lograban enfocar en los detalles, solo veía la forma redondeada del rostro de una joven, recortado por una cabellera abundante y muy oscura. Su voz era agradable y dulce, pronunciaba marcando las silabas y arrastrando las eses, típico de los nativos de Marte. — Mi nombre es Ana Rossa Quijada-Gutiérrez.

Hubo un largo silencio.

—¿Y eso debe significar algo para mí? —pregunté finalmente, interrumpiendo el cantar de los grillos.

—Disculpe, ssolo pensé que necesitaba un minuto para aclarar su mente.

—Estaba en lo correcto. Ya paso el minuto. Me podría decir el motivo de su llamada.

 

Para acortar la larga historia que me contó la joven marciana, lo resumo; ella necesita ayuda para hallar a un familiar perdido. Un caso muy sencillo de persona extraviada, un anciano solo, exilado en La Roca desde hace veinte años, nadie ha sabido ni oído de él desde hace una semana. No me interesó el asunto, le sugerí que lo denunciara a la Policía, me dijo que ya lo había hecho, pero el Comisionado en Jefe de Policía de La Roca le había dicho que no se molestaba en buscar a traidores al Sistema Solar. Dándome a entender que su tío, no era un personaje muy querido por el status-quo Solar. Esto fue lo que despertó mí interés. Sin embargo, intentando ahuyentarla aún, le propuse exorbitantes honorarios profesionales para tomar el caso, que para mí sorpresa acepto sin chistar, acto seguido, me transfirió cinco mil créditos para empezar a investigar. Y así de sencillo, tenía trabajo de nuevo.

 

Primero lo primero. Cargar a Moría, mí Fem-Bot secretaria, necesito que se conecte a los bancos de datos de la Policía Solar en el Éter.

Moría es la mejor inversión que he hecho en mí vida, a pesar de que la compre de segunda mano y que es un modelo sacado de circulación, sigue siendo una joya. Su nombre no lo escogí yo, fue el dueño original y nunca me tome la molestia en cambiarlo, supuestamente es el nombre de una diosa griega o algo así. Fem-Bot modelo BERTIE-3000, fabricada en Marte. Un modelo de hace unos veinte años, pero su única diferencia con los modelos modernos reside en la estética. Moría jamás podría pasar por un humano real, como las actuales; unas abominaciones, si me preguntan a mí. Los androides deben lucir como tal; cuerpo humanoide, modulo de personalidad, modulo empático y listo.

El único problema con Moría son sus baterías de litio, casi han consumido sus ciclos de carga y por más que he intentado hacerles modificaciones, cuando está desenchufada de la pared, cada vez la carga le dura menos. Y son cada vez más largos los tiempos de carga, desde hace unos meses siento que cualquier oportunidad puedes ser la última.

 

Dos horas de carga después, Moría despertó.

Es increíble como nos hemos vuelto esclavos de la tecnología a tal grado, que yo seria un completo inútil si no pudiera acceder al Éter. Aunque ningún pellejo sintético podría igualar mi sutil encanto natural o mi agudo intelecto.

 

—Un gusto verte de nuevo, Desiderio —dijo Moría repentinamente mientras sus vidriosos ojos cobraban luz y color.— Pensé que la próxima ves que vería luz seria en un deshuesadero de bots.

—Aún no he pateado el balde, querida Moría. —respondí mientras la desconectaba de la toma de energía de alta potencia de la pared.

—¿Cómo te fue con la rubia? —preguntó volteando todo su cuerpo sintético hacia mí.

—No querrás saber.

—Te lo advertí. Esa chica olía a problemas. Una chica tan guapa con destrezas psíquicas son malas noticias.

—Lo sé, lo sé, no tienes que leerme la cartilla, vieja amargada.

—Viejos sus dientes, señor Peña. —respondió Moría aparentemente ofendida y volteándose con un gesto de desprecio.

—No te molestes, chica. Mira que tenemos un caso y necesito de tu ayuda.

—¿Otro? ¿Tan pronto? Vaya que usted tiene suerte señor Desiderio Erasmo Peña.

 

 

 

 

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Lunáticos

Lunáticos

PRIMERA PARTE

(Presente)

El destartalado vehículo descendió torpemente sobre la superficie lunar, pero no había nada histórico acerca de este alunizaje, y solo unos pocos ojos en la tierra prestaban atención de este rutinario acontecimiento.

La similitud entre este suceso y el descenso del “Águila” en el año 69 eran muchas y el procedimiento de operaciones eran prácticamente idénticos al de aquel aparato pionero, pero ahí era donde las similitudes terminaban, ya que su tripulación, a diferencia de Armstrong y Aldrin, no se encontraban motivados ni emocionados por las circunstancias que los rodeaban, al contrario, estaban semi-adormilados, aburridos y desesperados por acabar lo antes posible con su misión y retornar a casa.

De igual manera sus trajes, equipo e inclusive el mismo vehículo que pilotaban estaban prácticamente obsoletos y muy usados, reliquias de un glorioso y olvidado pasado de exploración espacial.

Los dos hombres se apretujaban en el interior de esa cáscara de nuez, verificando rutinariamente los controles de aproximación y chequeando por enésima vez el curso correcto al sitio de alunizaje indicado en los mapas. La zona donde debían posarse estaba a solo 750 metros de donde se encontraban los equipos de minería y estudio geológico colocados allí algunos años atrás por sus paisanos, y el cual ellos, aunque no entendían en absoluto su funcionamiento, debían chequear, graduar y recolectar su información almacenada.

Luego del atropellado alunizaje, los hombres se dispusieron cansadamente a realizar las operaciones que dictaba el manual de vuelo para luego de este, operaciones que bien pudieron haber realizado con los ojos vendados, aguantando la respiración, y con una mano y un pie atados a la espalda. Situación en la cual casi se encontraban debido al reducido espacio, pero que muy a su pesar debían de ser realizadas en un orden específico y sin apresuramiento debido a las condiciones de temperatura de los motores. Para matar el tedio uno de ellos, que logró colar en uno de los pocos compartimentos libres de equipo esencial, un reproductor compacto de música, diminuto pero potente para el helado y silencioso vacío del interior del vehículo. Lo acciono y acto seguido la cabina se inundo de los acordes iniciales de la sinfonía “Coral” de Beethoven; la poderosa sección de vientos de la orquesta filarmónica de Moscú hizo retumbar la cabina con los embates del allegro ma non troppo inicial de la 9ª sinfonía.

Ahora con una sonrisa en los labios, la primera de todo el viaje, uno de los hombres, el dueño del aparato de sonido y comandante de la misión, se preparó para la caminata lunar inicial de su misión de dos días. El otro sujeto, distraído en sus funciones y un tanto molesto por la interrupción en su línea de pensamientos causada por los atormentados acordes salidos de la mente de Beethoven, se dispuso malhumoradamente a asistir a su compañero, en lo que debía ser una tarea conjunta. El comandante lamentando no poder silbar para acompañar la música que conocía de memoria, debido a la pérdida del vital y costoso oxígeno que esto implicaba, amplió su sonrisa y se dio cuenta consciente de que su humor había mejorado, a la vez que pensaba esto abría un compartimiento donde se encontraba el traje lunar y comenzó la trabajosa tarea de colocárselo. Durante el tiempo que le tomó esta acción la sinfonía había pasado ya al segundo movimiento. Las acciones del hombre al ponerse el traje ya parecían una coreografía contorsionista al ritmo molto vivace. El compañero de cabina lo observaba y movía la cabeza de un lado a otro, cuando sus miradas se encontraron, este le hizo una señal subiendo el dedo pulgar de la mano derecha indicando que todo estaba listo para la salida al exterior.

El hombre embutido en su viejo traje, hizo dos cosas justo antes de salir al exterior; conecto su reproductor musical a los altavoces del vehículo y al sistema de comunicación interno de su casco y sacó de un bolso personal una pequeña lámina rectangular y plana de plástico dorada que introdujo trabajosamente en uno de los bolsillos frontales de su traje, cerrando el cierre de velcro del mismo para evitar que flotara a la deriva debido a la poca gravedad de la Luna.

Ya en el exterior, un espectáculo al estilo ballet Bolshoi empezo a desarrollarse: el cosmonauta avanzaba a grandes zancadas casi flotando en la atmósfera privada de aire del satélite, acompasado con el lento adagio molto e cantabile del 3er movimiento, que se escuchaba en los toscos altavoces del vehículo y en la cabeza del hombre. Las nubecillas de polvo lunar que se levantaban a cada paso que daba, parecían quedar suspendidas en el vacío por los suaves acordes de la sinfonía. Los muy practicados movimientos del comandante parecían ser realizados por un bailarín clásico en cámara lenta. Todo esto iluminado por la impresionante visión del sol desde el espacio y como telón de este teatro de la ópera cósmica, el hemisferio occidental de la tierra se veía alzándose en el horizonte lunar como una impresionante concha acústica azul y blanca.

El objetivo de esta primera caminata no sería el colosal puesto de minería e investigación ubicado al relativo sur-este del sitio de alunizaje, sino un oscuro e inexpresivo monolito rectangular ubicado al relativo este a unos 150 metros. Este objeto tenía unos 40 metros de altura por 7 de ancho y 3 de profundidad, estaba construido por un material plomizo no reflectante y perfectamente liso, poseía cuatro luces verde brillante en sus esquinas superiores que parpadeaban a un ritmo lento, no tenía símbolos, ni estructuras, ni ventanas en su superficie, a excepción de una especie de cabina resguardada de los elementos y posibles impactos de pequeños meteoritos en la base de su cara norte. Era suficientemente alta para que un humano con traje espacial pudiera pasar a su interior. Adentro tenía el aspecto de un cajero automático, con una pantalla iluminada en verde que se encendía con la presencia de personas en la cabina, poseía un teclado táctil con instrucciones en varios idiomas terrestres y alrededor de la pantalla varias ranuras sin leyendas visibles.

El comandante en su danza ingrávida se fue acercando al monolito con grandes saltos, describiendo arcos y dejando una estela de fino polvo lunar suspendida en el tiempo. Al encontrarse a pocos metros de su objetivo, disminuyó progresivamente sus saltos hasta que su avance se convirtió en una caminata de cortos pasos para introducirse con cuidado en la cabina. En este punto ya se escuchaba en el interior de su casco los versos finales del texto de Schiller “An die freude” a ritmo de allegro assai y los tarareaba para sus adentros. Justo antes de entrar se detuvo para liberar la energía inercial acumulada por sus movimientos y así no chocar contra el monolito. Hizo una pausa para escuchar al coro juvenil de la escuela V.I. Lenin de Moscú entonar la estrofa:

“Ahnest du den Schöpfer, Welt? Such Ihn uber´m Sternentzel! Uber Sternen mub er Wohnen ” * 

* Mundo ¿crees conocer al creador? ¡Buscadlo en la bóveda celestial! El debe vivir más allá de las estrellas. Friedrich Schiller. 

Luego, acompañado por los acordes finales de la novena sinfonía, subió la vista con mucho trabajo y contempló el monolito brillando por el reflejo de la luz del sol, a pesar de ser esta una visión majestuosa, el hombre dejó escapar una carcajada incompleta, meneo la cabeza dentro del casco y pensó en la monumental estupidez del ser humano.

Apartando esos pensamientos de su mente y con la música ya finita, se dispuso a la tarea que debía completar ahí. Al instante que puso un pie dentro del domo semicircular que servía de techo protector a la cabina, la pantalla verde se iluminó con saludos en ruso, inglés, alemán, francés, chino, japonés, español y árabe. Acto seguido abrió el sello de velcro del bolsillo delantero de su traje y sustrajo de él la lámina de plástico dorada, la sostuvo con su mano enguantada izquierda y con la derecha luego de limpiar un poco el polvo lunar acumulado en la pantalla táctil, comenzó un procedimiento que conocía de memoria, toco la pantalla en el sitio donde se leía la salutación en ruso y la misma cambio, ahora se leían en ella varias opciones, todas en cirílico, dispuestas en especie de botones, el operador escogió una de ellas seguida de otra y luego otra en un orden específico ya harto conocido por él, solo se detuvo un momento cuando apareció en la pantalla una cifra numérica seguida del símbolo de Dólar, aquí tomó un hondo respiro y gruño al momento que fruncía el ceño. Luego relajó los hombros en señal de resignación e introdujo la lámina dorada en una ranura horizontal al lado derecho de la pantalla, esta succiono rápidamente la lámina de plástico y unos segundos después un símbolo y nuevas cifras brillaron en verde en la pantalla. El hombre presionó de nuevo la pantalla en un sitio específico y luego, si hubiera existido aire en el espacio en este lugar especifico se hubiese podido escuchar un sonido como de maquina perforadora de tarjetas “TAC – TAC – TATATA – TAC” y por otra ranura en la parte inferior de la pantalla brotó otra lámina de plástico más delgada que la anterior y más larga con un patrón de orificios en ella, El operador la tomo al igual que tomó su lámina dorada que también había sido expulsada de su propia ranura.

Al finalizar todo el procedimiento apareció un último texto en inglés el cual el comandante no se tomó la molestia en leer, ya que al momento se dio la media vuelta y emprendió el viaje de regreso al vehículo, pero no con el mismo humor y gracia de su danza de acercamiento.

El texto estuvo brillando en la pantalla unos 30 segundos, mientras el comandante se alejaba a través de la polvorienta superficie lunar, el texto leía:

“Thank you comannder D. LEONOV your contribution will help us in the explorations of new frontiers in our Solar Sistem and beyond. To fulfill the dreams and ensure the perpetuation of our great Human Race NASA” * 

*Gracias comandante D. LEONOV su contribución nos ayudará en la exploración de nuevas fronteras en nuestro propio sistema solar y más allá. Para así cumplir los sueños y asegurar la perpetuación de nuestra grandiosa Raza Humana. NASA.

El texto luego desapareció y la cabina quedó de nuevo a oscuras, el único cambio aparente en el monolito era que ahora sus luces habían cambiado de verde a naranja brillante y parpadeaban con mayor rapidez.

 

SEGUNDA PARTE

(Unos años atrás)

La oficina del funcionario de la NASA, ubicada en el último piso del edificio principal del Laboratorio para la Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory – JPL) en la tierra, parecía un campo de batalla luego de un feroz combate con el enemigo. Todo parecía estar fuera de lugar, mas sin embargo su desordenado ocupante poseía un caótico sistema de organización que le permitía saber dónde estaba todo en un momento dado.
Este hombre se encontraba sentado en su viejo sillón, con los pies sobre el escritorio y sobre una pila de papeles, recostado hasta toda la capacidad que su silla le permitía, haciendo crujir sus bisagras y aspirando profundamente un oloroso y gran cigarro que mordisqueaba de vez en cuando. Al otro lado de su oficina, un costoso y sofisticado sistema de reproducción musical empotrado en la pared, permitía escuchar los armónicos sonidos de un Clavicordio en una combinación de notas indiscutiblemente barrocas, el hombre dejaba escapar círculos de humo de su boca y seguía con la mirada las intrincadas formas que tomaba el humo mientras se descomponían sus círculos, haciéndolos coincidir en su mente con los intrincados patrones de las notas de la música. Mientras con su mano derecha parecía seguir la música como si fuera un director de orquesta.
Las Variaciones Goldberg de Bach sonaban en una combinación específica de las 30 variaciones del Área principal programadas por su escucha para que le permitieran resaltar un estado de ánimo específico, en este caso relajación y calma. Gracias a esto el ocupante de la oficina principal del edificio del JPL se encontraba en un estado de distensión parecido al estado Alfa. Pero todo eso iba a cambiar muy pronto. La calma fue rota por un sonido agudo y penetrante que se repetía a intervalos casi delirantes, el hombre estuvo cerca de caer de su silla al tratar de apagar aquel endemoniado aparato que le servía a su secretaria personal comunicarse con él. Luego de recobrar el equilibrio y levantando una carpeta para poder encontrar el intercomunicador el hombre pulso un botón dijo tres imprecaciones a su secretaria y disminuyo los decibeles de su aparato de sonido, se sentó derecho al otro lado de su escritorio y espero.

Unos instantes después atraviesa su puerta un hombre vestido de traje de seda azul marino y corbata roja, cargando un costoso maletín de cuero marrón y anteojos de pasta negra gruesa. Los dos hombres estrechan manos e intercambian saludos de cortesía diplomática. Las Variaciones Goldberg seguían sonando al fondo de forma sutil. El hombre de la NASA le ofrece a su invitado una caja de madera donde se encuentran cuidadosamente dispuestos un número de cigarros como los que él está fumando, el invitado rechaza cortésmente y saca de un bolsillo interno de su saco una pequeña caja de plata de la cual sustrae un cigarrillo, lo enciende con la llama de un encendedor dorado y le da una pitada.

Luego de un rato la conversación está en su apogeo, hay una gran cantidad de papeles que se apilan en el escritorio y contribuyen al desorden ya existente que han salido del maletín marrón del invitado, papeles oficiales con el sello del congreso de Estados Unidos, mapas de la superficie Lunar y tablas de proyecciones estadísticas. El cenicero del escritorio está por desbordarse de cenizas y hay también dos tazas grandes de café humeantes.

El invitado ha expuesto su caso de forma vehemente por casi una hora, y el anfitrión ha escuchado con atención todo lo que su interlocutor ha tenido que decir con muy pocas interrupciones de su parte. Durante una parte de la exposición salen a relucir varios documentos con el sello oficial de la Organización de Naciones Unidas, los que hablan de las resoluciones número# 38994 y 39002 que estipulan que “el suelo del satélite natural del planeta Tierra llamado Luna es territorio Internacional y patrimonio conjunto de toda la humanidad, así que la explotación de sus recursos debe ser compartida por todas las naciones con capacidad espacial y también por aquellas que no teniendo capacidad espacial lleguen a acuerdos con las primeras” también se exhiben en la mesa documentos publicados por una prestigiosa revista alemana de Geología que hablan de descubrimientos de minerales como Bauxita, Hierro y algunos minerales con Isótopos radioactivos en la corteza Lunar.

Luego de un largo silencio, durante el cual el expositor espera que su interlocutor digiera toda aquella información, este saca de nuevo su mechero de oro y enciende un nuevo y largo cigarrillo blanco, se sienta por fin y fuma pausadamente esperando una reacción del funcionario de la NASA, este otro se levanta de su sillón, deposita los restos de su consumido cigarro encima de la montaña de cenizas que ahora es su cenicero, da unos pasos por su desordenada oficina y se dirige al equipo de sonido empotrado en su pared, el cual desde hace rato que ha terminado de tocar a Bach, oprime unos controles en el mismo y de nuevo la música invade la oficina, en esta oportunidad la selección que coloca es de Wagner es un disco de los mejores momentos de la obra de los Nibelungos, en ese momento retumban los acordes de la cabalgata de las Valkirias. Luego de ajustar el volumen lo suficiente para no quebrar las ventanas de la oficina, este se dirige a las ventanas panorámicas que dan al exterior.

En su mente solo esta el sonido de la música y la expectativa de la propuesta que el senador que lo visita está a punto de hacer, está claro en su mente que este sujeto luego de tan detallado soliloquio está haciendo una pausa dramática para llegar al verdadero motivo de su visita, ya que todo lo anterior el ejecutivo de la NASA lo conoce mejor que su político amigo.

Otra cosa que preocupa su mente, mientras ve a la gente afuera corriendo para resguardarse de la copiosa lluvia que empapa las calles internas del inmenso complejo del JPL, es acerca de cómo piensa hacer el senador para pasar por encima de las resoluciones de la ONU y que tan fraudulenta será la proposición que piensa hacerle, no es la primera vez que le proponen tratos de esta naturaleza, solo que espera que hallan detrás de el suficiente dinero e inversionistas como para arriesgarse a respaldar científicamente cualquier descabellada idea que esté en la mente del senador. Luego de tranquilizarse así mismo recordando que el político es representante del adinerado y corrupto estado de Texas, se deleita viendo despreocupadamente por sus ventanales tratando de acompasar a los corredores casuales con los imponentes acordes de la música de Wagner.

El senador al ver la solemne y un tanto distraída actitud de su interlocutor, se levanta de su asiento y comienza a recoger un poco los documentos que ha dispuesto en el escritorio, solo para hacer espacio para su carta final. Comienza su discurso final alzando un tanto la voz para poder hacerse oír por encima de la música de Wagner, el otro hombre lo ignora dándole la espalda, solo espera oír a su invitado llegar a la parte que le importa para verse interesado. Afuera la tormenta no da señales de disminuir y a pesar de no ser tan tarde, las oscuras nubes hacen parecer que ha anochecido de pronto, el funcionario escucha a su interlocutor y sonríe, pensando que finalmente están hablando de negocios, al fin se voltea, el otro hombre sigue exponiendo sus ideas con mas fuerza al ver que esta obteniendo atención, acto seguido vuelve a su maletín y obtiene de ahí un documento grueso como un libro empastado en cuero negro con letras doradas en su cubierta, acompañado con más mapas y tablas. Luego presenta al funcionario de la NASA una serie de escritos que desconciertan a este por un momento, ya que jamás pensó ver documentos de ese estilo en la presentación del senador. Los papeles son de fecha muy antigua y están sellados por el departamento de tráfico y señalización de tránsito, cosa que parece insólita por el tema que están tratando, en este punto el funcionario de la NASA se encuentra totalmente tomado por sorpresa y no puede disimular su asombro al darse cuenta del giro que están dando los acontecimientos, con expresión boquiabierta se dirige ahora a un gabinete escondido en una de las paredes de su oficina y de él sale un diminuto bar, pero con todos los aditamentos necesarios para ser catalogado como tal, sostiene una botella de cristal de contenido rojizo el cual vierte en un par de copas anchas y redondeadas, le ofrece una al senador quien acepta gustoso y sonríe al ver que a tomado a su compañero con la guardia abajo, se dispone a dar la estocada final.

Los papeles del departamento de tráfico hablan de estadísticas basadas en datos tomados hace mucho tiempo, datos que son obsoletos e inútiles casi por completo pero que ayudan al senador a exponer su descabellada idea. El documento empastado en cuero, el cual ha dejado para el final, ahora reposa en sus manos y lo coloca en el escritorio abierto en cierta parte del contenido, en él se lee: “MASSACHUSETTS INSTITUTE OF TECHNOLOGY, Cambridge, Thesis Project for Civil and Environmental Engineering, Infrastructure Systems Development. By H.D.YOUNG and K. MATSUMOTO The Moon Problem” * 

* Instituto de Tecnología de Massachusetts, Cambridge, Proyecto de Tesis para Ingeniería Civil y Ambiental, Desarrollo de Sistemas de Infraestructura. El Problema de la Luna. 

En este insólito documento se da el basamento del proyecto del senador, en él, en su parte inicial se plantean problemas como “la imposibilidad de delimitar espacios en la superficie Lunar, como la creación de colonias con jurisdicción de países con capacidad espacial de la Tierra, sin entrar en contradicción directa con disposiciones de la ONU” también se puede leer “la necesidad de buscar otros yacimientos de explotación mineros por la situación en que se encuentran los yacimientos conocidos en la Tierra: Agotados en un 94%” seguidos de una cantidad increíble de mapas de yacimientos de Hierro, Aluminio, y cuánto mineral se saca de la corteza terrestre, además de proyecciones de todos los institutos de estudios geológicos del planeta acerca del tiempo de vida de los mismos.

El documento del Instituto de Massachusetts, al final plantea una solución tan increíble e insólita que el funcionario de la NASA no puede impedir soltar una carcajada. Pero luego de un instante y al ver la seriedad en el rostro del senador hace silencio y toma asiento. Seguido de un trueno y un relámpago que ilumina toda la oficina, dice:

-¡¿Me pides que te apoye en un descabellado proyecto que pretende instalar malditos parquímetros en la luna?!